El dilema legal de la explotación carbonera y la
conservación de los encinares del Centro de México.
En la Meseta
Purépecha al oriente de la ciudad de Morelia, la explosión de volcanes, ahora
extintos, y su topografía resultante, no
ha permitido que las milpas se
expandan en la totalidad del intrincado relieve. En contraste, las cimas y algunos valles del
Pico del Águila, Tzirate y las serranías camino al municipio de Quiroga son
bosques dominados por Encinos (Quercus
Sp.), Pinos (Pinus.Sp), y algunos árboles de piel caída llamados Madroños (Arbutus Sp.). Estos
bosques permanecen en píe porque sus aproximadamente 40 hectáreas de distribución
son la principal fuente de combustible de las comunidades rurales que habitan
en el lugar.
Son utilizados como leña para
cocinar, calentar la casa y producción de carbón, siendo esta ultima la principal
fuente de ingresos para algunas familias que desde hace más de un siglo
mantienen los asados de fin de semana de los habitantes de Morelia y otras ciudades.
La fabricación
del carbón es un proceso tradicional donde generalmente participan varios
integrantes de una familia. Algunos se encargan por una semana de talar la
madera de hasta 14 árboles completos de los cuales se obtienen entre 8 y 14
toneladas de leña que se apilan y se cubren completamente de tierra (proceso conocido
como sistema de parvas). Esto permite que, por la ausencia de oxígeno, la combustión se haga
incompleta, es decir, que salga el vapor de agua pero que el dióxido de carbono
y otros compuestos permanezcan, generando así el carbón en aproximadamente 3
semanas (dependiendo de la humedad). De
una Tonelada de leña pueden salir entre 50 a 400 kg de carbón, una eficiencia
relativamente baja por lo que se construyen entre uno y dos hornos casi
semanalmente.
La distribución
del carbón la hacen pocos transportistas quienes compran el kilogramo de carbón
a $3 y los venden en los almacenes entre $4 a $6 al por mayor y entre $10 a $12 al menudeo. Luego
el precio en el mercado oscila entre los $20 y los $30.
A pesar de lo común del
mercado la cadena permanece en la informalidad. La única ley que regula la extracción
de leña es la Norma 012 de la Secretaria de Medio Ambiente (SEMARNAT) donde
especifica requisitos generalmente inalcanzables para los productores (especialmente
en aspectos de tenencia de la tierra) y estos también denuncian altos precios
para obtener la licencia, por lo que generalmente prefieren entregar “mordiscos” de lo producido a
funcionarios ambientales durante el transporte del carbón para evadir las
sanciones que van desde $15.000 hasta uno o dos años de prisión.
El carbón
vegetal junto a otros biocombustibles, según la Agencia Internacional de
Energía, representan el 70% de las fuentes de energía renovable del mundo,
siendo una alternativa para los cada vez más agotados y costosos combustibles
fósiles, especialmente en el sector rural. En México los encinares son utilizados para la extracción de leña y carbón por
su alta densidad, su extracción tiene un profundo arraigo cultural en todos los
estados excepto en la península de Yucatán.
A pesar de que el consumo de carbón
ha superado las 500 mil toneladas anuales (esto contando solo la producción
formal) los programas de manejo forestal son inexistentes o ineficientes y la
Ley Forestal dice que su actividad debe ser restringida por los impactos que
puede generar pero no propone alternativas.
Las comunidades “beneficiadas” por
los planes gubernamentales denuncian la carencia de inversión inicial y
seguimiento de los proyectos, así como corrupción en los programas de reforestación
de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) donde muchos de los árboles
plantados se dejan secar luego de realizar las fotografías de campaña.
Sin embargo,
existe un gradiente de los impactos que puede matizar la problemática. Según
estudios realizados por investigadores de la Universidad Autónoma de México
(UNAM) la explotación de carbón con un manejo adecuado puede permitir obtener
beneficios del bosque sin comprometer su permanencia, pues por sí misma es un
factor directo de degradación y no
necesariamente de deforestación.
Es
decir que la tala selectiva de algunas ramas o
árboles, así como la generación de caminos necesarios para la
explotación, puede disminuir o cambiar la presencia de algunas especies
silvestres y en consecuencia afectar las propiedades del suelo, el agua y la
capacidad de absorción de carbono del bosque. Pero son más impactantes los
casos en los que el uso del suelo cambia drásticamente hacia otra actividad
como la Agricultura o asentamientos urbanos, donde el bosque simplemente
desaparece.
Los estudios
utilizan fotografías aéreas para el monitoreo de la regeneración del bosque en
función a la dinámica de los carboneros.
Estos han permitido comprobar que la
velocidad de regeneración puede ser más rápida que la explotación. Fotografías
con registros cronológicos muestran parcelas enteras de bosque regenerado en 5
años de inactividad. Los biólogos que participan en el proyecto han cambiado su
percepción respecto a la conservación digamos “extrema” y argumentan que el conocimiento sobre los ciclos de
acumulación de biomasa según la especie y las condiciones ambientales, permitiría
obtener mayor ganancia del bosque y disminuir los impactos a la biodiversidad.
Diana Rogríguez estudiante de Posgrado que ha trabajado en predios con encinares
de San Bernabé, Cuto y Zajo Grande al oeste de Morelia afirma que
“La degradación depende de las prácticas
de manejo, pero para esto la información
debe salir del papel”. Diana también afirma que la ausencia de conocimiento
está en los efectos de la composición de
los bosques, es decir en los efectos sobre la diversidad genética al interior
del bosque.
Si se observa
la región desde una avioneta, se ve cubierta
de encinos verdes o dorados dependiendo de la época. Incluso en los terrenos
más inclinados crecen árboles de entre 4 y 12 metros, con la Agricultura
discriminada a los valles, el suelo
restante está cubierto por una cama de hojas marrones que guardan la humedad y
que hace que estos bosques sean fundamentales en la generación del lago de
Cuitzeo y sus afluentes.
En la noche, en
este bosque, se escucha el canto de ranas, zanates (Quiscalus mexicanu), pero también de hachas y sierras eléctricas. Recorriendo
un par de kilómetros al interior, se comprenden los efectos que genera la
explotación en la estructura y composición del bosque, pues es fundamentalmente
diferente a los encinares maduros, altos, robustos y generalmente llenos de
bromelias y orquídeas.
El crecimiento
del bosque está constantemente interrumpido, por lo que los encinos son
fácilmente confundibles con arbustos pues cuando son cortados rebrotan en 2 a
20 tallos delgados, todos llenos de pequeñas ramas delgadas y tupidas,
probablemente en busca de obtener más recursos a causa del estrés. Hay insectos
en los pastizales pero en estos bosques difícilmente hay movilidad para
mamíferos grandes o aves de interior de bosque, hay cercas que dividen los
predios con grandes rocas, rastros de hornos ya destruidos, caminos con huellas
de bestias y el aire está cargado del humo de los hornos. Son los llamados
bosques secundarios, que por el manejo permanecerán así por siglos.
La población
cada vez creciente y los umbrales por los que la naturaleza es capaz de
abastecernos es el reto de las ciencias ambientales, que buscan la permanencia
de las instituciones sociales, las tradiciones y la identidad social, inclinando la balanza de los recursos
naturales que los mantienen; de hecho, de la necesidad de este equilibrio parte
el concepto de sustentabilidad de finales del Siglo XX, pues el colapso
inminente de la sociedad por la sobre-explotación de sus recursos ha sido una historia
recurrente y ampliamente posible. En este caso en particular, las localidades
al oeste de Morelia -como seguramente muchas otras comunidades rurales de
México- tienen un alto índice de marginación, por lo que los beneficios que
obtienen del bosque son para ellos de gran importancia. Pero la ausencia de
regulación y organización de los carboneros es la causa de la posible sobre-explotación de los encinares,
también de la competencia desleal y de la poca rentabilidad que existe en la
cadena de valor, pero poca es la consciencia de los consumidores y de las
entidades estatales sobre la complejidad de factores que se deben tener en
cuenta para hacer un plan de manejo sustentable de un producto que generalmente
es ignorado.
La estimación
de la velocidad de regeneración del bosque ha pasado por años de investigación
para la calibración de modelos y solo hasta ahora se está aplicando en planes
de manejo “reales”. Aun así existen antecedentes en Querétaro donde estos casos
han tenido éxito, y las consecuencias hasta el momento al oeste de Morelia parecen
no ser tan graves como en otros casos de África donde la producción de carbón
sí ha sido causa de deforestación, pues el profundo conocimiento de las
comunidades aquí en el centro de México ha permitido que la tala, aun clandestina,
mantenga el bosque.
Lo absurdo es
que el recurso se desvalore cuando salga al mercado y que los mayores
beneficiaros sean los almacenes de cadena quienes muchas veces desconocen intencionalmente
el origen del producto. Así mismo vale la pena cuestionarse sobre el estado de
conservación de un bosque manejado y sus efectos sobre la funcionalidad del
ecosistema.
¿Los árboles después de los cambios estructurales que sufren son en
verdad espacios que permiten la diversidad biológica? o el bosque se ha
convertido en el jardín de los predios locales donde solo habitan perros,
bestias y un par de golondrinas.